Quince piezas de plástico, un clavo… y una bala. Eso es todo lo que necesitas para construir tu propia pistola. Si añades el pequeño detalle de que las piezas de plástico puede imprimirla cualquiera en una sencilla impresora 3D, y que el arma sería en principio indetectable por los escáneres convencionales de seguridad, ya tienes todo un mundo al borde del ataque de nervios.
Empezamos a hablar de las posibilidades de este tema en octubre del año pasado, cuando todo lo que se construía en relación con este tema eran piezas de armas, no armas completas. El problema se intuía, pero no se había materializado aún. Pero el pasado 5 de mayo, la empresa Defense Distributed puso en la red los ficheros STL para fabricar las piezas del arma y un vídeo mostrando un disparo hecho con la misma, y convirtió la amenaza en una realidadtangible.
El arma, denominada Liberator, toma su nombre de las toscas pistolas que los Estados Unidos pretendían distribuir tras las lineas enemigas durante la Segunda Guerra Mundial para incitar a la rebelión. Defense Distributed, una empresa representada por el estudiante de segundo año de DerechoCody Wilson, había previamente sufrido un episodio de incautación de una impresora 3D por la empresa Stratasys, y había visto también cómo el repositorio de modelos tridimensionales Thingiverse excluía explícitamente el listado de todo aquello que tuviese que ver con armas de fuego.
El terreno en el que se mueve este tema es extremadamente confuso. Por un lado, todo arma de fuego debe llevar un número de serie que facilite su control, e independientemente de la manera en que esté hecha, está prohibido que sea indetectable por un escáner convencional. Para poder fabricar y vender sus armas de fuego, Cody Wilson tuvo que obtener una licencia federal, e incluir en el diseño una pieza metálica para hacerla visible a la detección. Pero el verdadero problema no está en la posible fabricación o importación del arma, sino en el hecho de que sus planos hayan sido distribuídos a través de la red y descargados más de cien mil veces hasta que el Departamento de Estado norteamericano demandó su retirada, muchas de ellas presuntamente desde España. La página web de Liberator en Defense Distributed ofrece ahora un mensaje y el sello del Departamento de Estado en lugar del enlace a los planos, pero estos, lógicamente, pueden ya ser localizados a través de tu página de descargas favorita.
¿Hasta qué punto resulta posible impedir la fabricación de un elemento tan regulado como un arma de fuego? Los planos, como hemos visto, están disponibles y nadie va a poder retirarlos de la red, así quealgunos políticos han llegado ya hasta el punto de intentar someter a regulación la herramienta que los fabrica, las impresoras 3D. Sin embargo, esto choca con el simple sentido común: fabricar un arma de fuego es perfectamente posible con piezas que pueden ser adquiridas en cualquier ferretería, de manera que la popularización de la impresora 3D aporta, como mucho, la relativa indetectabilidad de las piezas de plástico frente a las de metal.
Fabricar un arma de fuego es ilegal en la mayoría de los países, como lo es el simple hecho de poseerla u operarla sin la correspondiente licencia. Es, además, potencialmente muy peligroso: cualquier pequeño fallo de construcción puede hacer que el arma, literalmente, te estalle en la cara. La posibilidad de descargar los planos e imprimir las piezas con una impresora 3D está logrando atraer una gran atención sobre el fenómeno de la impresión tridimensional y su capacidad de cara a la disrupción, pero también está atrayendo sobre el tema una gran cantidad de mala prensa y de sensacionalismo. Olvidando que, en realidad, la Liberator no es una pistola más allá que cualquier tubo con un mecanismo sencillo para percutir una bala también supuestamente lo es. Fabricar un artefacto que permita disparar una bala es posible desde hace muchísimos años, y nadie se ha puesto nunca histérico por ello.
La discusión en torno a la Liberator es mucho más interesante por sus connotaciones que por la pistola en sí. No, las impresoras 3D no sirven únicamente para fabricar pistolas, ni todo aquel que tiene una impresora 3D es un criminal. Pretender que todo aquel que quiera adquirir una impresora 3D sea sometido a una regulación terriblemente farragosa que incluya pruebas psicotécnicas parece una auténtica barbaridad. Criminalizar las herramientas, como siempre, es completamente absurdo, y más si éstas son de propósito tan amplio como una impresora 3D. Perseguir la distribución digital de los ficheros es igualmente absurdo, porque resulta completamente imposible bajo cualquier punto de vista (salvo para los ilusos de la industria de los contenidos). ¿Que posibilidades quedan? ¿Qué se puede hacer? ¿Hay que hacer algo?
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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